martes, 3 de abril de 2012

Veneno


        …y al final, lo he hecho.
        Me he sentado a escribir.
        Unos segundos mirando la pantalla y entro en sintonía… la frecuencia de mí mismo, mi propio yo.
A lo lejos, se escucha una melodía. Es atípica, y un poco agridulce. Es la voz de mis sentimientos. Viene de unos labios fríos y marchitos, pero que gritan con gran fuerza. Los cubrí con una venda hace tiempo, tratando de protegerme de esos dientes afilados… pero han mordido y desgarrado la tela, y ahora reclaman su lugar.
Se acercan despacio, y pienso en huir, pero dudo. Entonces, siento los dientes penetrar en la piel de mi brazo. Sufro una leve convulsión. Una gota de sangre baja lentamente hasta mi mano, sigue por mi dedo corazón, y cae finalmente al suelo.
        Oigo los latidos con un ritmo constante, cada vez más fuertes, resonando en mi cabeza. Un escalofrío se desliza, sube desde mis pies y alcanza la espalda. Arqueo mi columna y cierro los ojos. El vello se eriza. Es como un veneno y, aunque las garras del personaje que jugué a ser me sujetan con fuerza, no puedo evitar que se extienda por mis venas. Me cuesta mantener el equilibrio. Se nublan mis ojos…
… y caigo.
        Despierto. Mi vista sigue nublada. Siento el aliento de esos labios sobre mi cara, pero no son amenazantes: son dulces y cálidos. Mis muñecas están sujetas contra el suelo, no me puedo mover. El ente animal me susurra al oído que siempre será dulce…
        …mientras su veneno y mi sangre formen parte del mismo cóctel.

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