jueves, 29 de marzo de 2012

Metamorfosis


        Has aprendido a ser independiente. Has aprendido a tomar decisiones sin pensar. Has aprendido a anteponer la razón al corazón… o al menos te gusta creerlo. Has aprendido a tener tu propio “perímetro de seguridad”, e intentas compartir con el mundo todo lo que has dejado fuera de él.
        De repente, miras atrás y te sientes bien. Sabes que has evolucionado, que has cambiado para bien… que has mejorado. Y también sabes que mañana pensarás que hoy aún no sabías nada. Sabes que eres una luz que nace y se yergue con orgullo entre sus iguales, un gusano que rompe con sus alas nuevas las rejas de la cárcel que lo aprisiona. Pero esas rejas son duras e inflexibles, y duele tanto romperlas…
        Evolución, evolutio, evolvere. El giro expansivo: la espiral.
        La espiral es querer conocer cada rincón, querer conocerlo TODO. Querer sentir un poco más. Arriesgar.
        Pero el cóctel de las sensaciones mezcla el dulce y el ácido, el miedo y el gozo… la paz y la guerra. Tu cuerpo no sabe cómo digerirlo, así que lo expulsas. Expulsas el diablo afincado en tu estómago. Y te vuelves sensible, muy sensible. Tus poros se abren, y los estímulos del exterior se amplifican, y te desbordan.
        Ya no eres la misma persona.
       ¿Dónde ha quedado tu héroe? Ahora sólo eres un espejismo, una ilusión… un reflejo de lo que eras. Una triste imitación.
       Pero sabes que sigues aprendiendo. Sabes que nada ocurre en vano, que de tu dolor surgirá una nueva lección, un nuevo aprendizaje… una nueva era. Es tu metamorfosis, y aceptas el precio.
       El sueño reparador te abraza. Duermen tus sentidos. El fénix te inspira, y renaces. No entiendes lo vertiginoso del cambio, y te da miedo. Pero ahora eres fuerte. Eliges no ser esclavo de tu corazón. Eliges ELEGIR.

        Y de repente, miras atrás… y te sientes bien.
        Respira. Te gusta estar en tu piel.

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