La
nada. Pensar en la nada. Pensar que nada tiene un sentido. Dar vueltas sin
rumbo, y darse cuenta de que los años pasan y sigues siendo la misma persona,
sólo que en un cuerpo más desgastado... y más envejecido.
Pero eso
no es bonito. No quiero dedicar mis días a pensar en toda la sinrazón que me
rodea, en todo lo negativo que he de soportar en mi vida diaria. Entiendo que a
veces erro, como cualquier otro mortal, pero me duele. No es fácil errar, y no
es fácil ser humano. Echo de menos las cosas que no tengo, aunque no las tenga
por mi propia indecisión. Ése es mi peor enemigo: mi indecisión. A veces sólo
quiero que todos mis seres queridos, toda la gente que me rodea, estén
contentos… pero es difícil. Y en la mayoría de los casos sus miradas y sus
pensamientos inquisitorios hacen de todo menos perdonar. Ellos te juzgan y tú
sonríes.
Pero ha
de ser así. La vida es así, y nos hacemos fuertes con los años. O ésa es mi
esperanza. Pero un día me despertaré con treinta a la espalda y, muy
probablemente, peinando una cabellera poco poblada. Miraré el espejo, y sentiré
la fuerza grave e imparable de la vida. La fuerza incuestionable del tiempo. Y
acaso mi futuro sea bonito, mas no halla gloria quien la espera. O eso nos enseñan… pero nos podemos fiar tan
poquito de lo que nos enseñan… Maldita la hora en que te dejas enseñar.
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